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Si crees que subir una montaña es solo caminar para arriba, este relato te va a aterrizar. El Tolima no es un paseo, es una prueba de resistencia. No importa cuántas historias te cuenten o cuántos videos veas, la única forma de entender lo que es enfrentarse a Dulima es metiéndole el pecho.

Esta es la historia de la expedición del 7 de febrero de 2025, un recorrido que arrancó desde Ibagué y terminó en lo más alto del Nevado del Tolima, a 5.220 metros. En el camino, frío, hambre, largas jornadas de trekking y un equipo que sabía que no hay atajos cuando se trata de montaña.

De la ciudad al páramo, el viaje arranca

Expedición Tolima

El punto de encuentro es Ibagué. Desde ahí, carretera hasta Anzoátegui y después a la vereda Palomar, en el Valle de Amberes. El primer objetivo es llegar a la finca de Anita y Raúl, donde se arma el campamento base.

Aquí no hay lujos, pero tampoco hay quejas. La primera cena es trucha de páramo, sacada de las lagunas de Bombona. Comida sencilla, pero de la que cae bien después de tantas horas de viaje.

Esa noche es para organizar mochilas, revisar equipo y dormir bien, porque al otro día arranca lo serio.

La subida empieza a pesar

El desayuno no es negociable. Caldo de papa, costilla, arroz, plátano maduro, arepa, queso y chocolate. No es por antojo, es porque lo que viene es un trekking de 9 kilómetros hasta la finca Vancouver, a 3.500 metros.

La ruta es dura. Primero la Laguna Bombona, luego la Cascada El Salto, después los primeros frailejones. En cada metro se siente el cambio de altura y el cuerpo empieza a pedir más aire del que hay disponible.

Frailejones Tolima

Al llegar a Vancouver, la comida es sopa de cuchuco y carne sudada. Un plato caliente, la cocina de leña prendida y un grupo que ya empieza a sentir la montaña de verdad.

Aquí la charla es simple: descansar, reponer fuerzas y prepararse, porque lo peor todavía no llega.

Termales de Cañón: el último respiro antes de lo bueno

La siguiente jornada es de 8 kilómetros, hasta los Termales de Cañón, a 4.000 metros. Aquí empieza la logística pesada. Las mulas llevan las carpas y la cocina, pero cada quien carga lo suyo.

El agua caliente de los termales es un alivio, pero no hay que confiarse. Esto no ha terminado y la montaña no regala nada.

Campamento alto, aquí ya no hay excusas

La subida a Campamento Arenales, a 4.600 metros, no se hace en mula. Desde este punto, cada bulto, cada carpa y cada kilo de equipo se sube con la espalda.

La noche es corta. A la 1:00 a.m., los guías ya están levantados preparando un desayuno rápido. A las 2:30 a.m., empieza el ataque a cumbre.

Campamento en Tolima

La última subida, puro aguante

Desde Arenales hasta la cima hay 7 kilómetros y 800 metros de desnivel. No hay nada fácil en este tramo. Oscuro, frío y sin margen para errores.

En la ruta hay un paso técnico en roca que no da espacio para distracciones. Después, a los 5.100 metros, se llega al borde del glaciar. Aquí es donde la expedición se equipa con crampones, encordamientos y piolet.

Cada paso cuenta, cada respiración pesa. Pero al final, el objetivo se cumple. Cinco de la mañana y la expedición pisa la cumbre de Dulima.

El amanecer en la montaña no se puede explicar con palabras. Hay que estar ahí para entenderlo.

Cima Dulima

Descenso y regreso, la otra mitad del viaje

No hay celebración hasta que todo el equipo está abajo. El regreso a Arenales, luego a Termales y finalmente a Palomar es largo. La bajada se siente en las rodillas, pero el cansancio tiene otro sabor cuando el objetivo se cumple.

El cierre es en Ibagué, con la satisfacción de haber completado la primera expedición de 2025 y la certeza de que el Tolima sigue poniendo a prueba a los que se atreven a enfrentarlo.

 

Si esto te dejó pensando en meterle a la montaña, estás en el lugar correcto.

Dulima te espera: súmate a la expediciónEsto no es solo una historia, es una experiencia que puedes vivir. Reserva tu cupo en la próxima expedición al Nevado del Tolima, prepárate para el reto y súmate a los que realmente quieren conocer la montaña desde adentro.

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